jueves, 28 de noviembre de 2013

Montignac - El mito de la caldera


Cito literal del libro "Comer, adelgazar y no volver a engordar", de Michel Montignac:

De forma absolutamente simplista, se ha comparado durante mucho tiempo el organismo humano con una caldera: si los aportes energéticos son superiores a lo que se gasta, no queda todo "quemado", con lo cual "lógicamente" el excedente queda en reserva y el sujeto engorda.

En otras palabras, si se considera de manera teórica que un sujeto que no lleva a cabo un trabajo muscular intenso necesita aproximadamente 2.500 calorías para asegurar sus gastos cotidianos, nos podemos plantear tres tipos de figura:
  • Si aporta 3.000 calorías y crea un excedente que tendrá que almacenar: engordará "a la fuerza".
  • Si aporta únicamente 2.000 calorías, creando así un déficit que obligará a su organismo a compensar, recurriendo a sus reservas grasas, debería adelgazar.
  • Finalmente, si aporta 2.500 calorías, lo cual asegura el equilibrio entre las entradas y las salidas, su peso debería permanecer estable.

Pensar de esta forma, tal y como lo hacen muchos presuntos "profesionales" de la dietética, equivale a prescindir de los fenómenos de adaptación y regulación del cuerpo humano, a ocultar los diferentes mecanismos metabólicos, pero también equivale a negar las particularidades individuales que hacen a cada ser un individuo único.

Contrariamente a lo que algunos siguen creyendo, el obeso no tiene por qué ser alguien que come demasiado. En la mayoría de los casos, incluso ocurre lo contrario.

También se ha observado estadísticamente (profesor Creff) que en una población de obesos:
  • Tan sólo un 15% come demasiado.
  • Un 34% come lo normal, es decir, como los demás.
  • Un 51% come poco, e incluso muy poco en algunos casos.
De hecho, en el mundo del deporte competitivo, se puede observar que para mantener una estabilidad ponderal, los aportes calóricos pueden variar de 2.500 a 12.000 calorías, no según la especialidad sino según los individuos.

El maratoniano Alain Mimoun mantenía su peso y realizaba perfectamente un duro entrenamiento consumiendo 2.000 calorías diarias, mientras que el ciclista Jacques Anquetil necesitaba unas 6.000 calorías para mantener su peso y asegurar su forma.


Aunque se mantenga curiosamente discreta a este respecto, la literatura médica ha publicado estudios que demuestran que la diferencia de aportes calóricos resulta insignificante según se trate de sujetos flacos, normales, gordos u obesos.


Los doctores Bellisle y Rolland-Cchera han estudiado particularmente esta cuestión clasificando sus muestras estadísticas en cinco clases de corpulencia en función del índice del Índice de Masa Corporal (IMC).


Al examinar estas curvas observamos que no existe correlación entre la ración calórica cotidiana y la corpulencia, por lo tanto, los obesos y gordos no comen más que los delgados y los flacos.


En cambio, en la clasificación de los niños en función de la profesión del padre, se observa que a igual corpulencia, los hijos de obreros comen más que los hijos de los ejecutivos.


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